El término Ética, etimológicamente, deriva de la palabra griega ethos, que significa "costumbre". Por tanto se puede decir que la ética es una concepción evaluativa de la vida, un sistema de creencias o una escala de valores socialmente compartidos, que animan la interpretación de las realidades subyacentes a las diferentes formas de organización institucional, que una sociedad decide darse. Reflexiones éticas en este sentido ha habido, naturalmente muchas, pues todos los seres humanos, en todas las épocas y lugares, participamos de algún sistema de creencias morales que da sentido y pone orden a nuestra acción en el mundo.
Algunos llaman a este grupos de creencia o escalas de valores códigos morales, esto partiendo del hecho cierto que el término Moral, etimológicamente, proviene de la palabra latina mores, que significa costumbres, por tanto este código moral viene a ser un sistema compuesto de tabúes, deberes, exigencia, reglas de acción que son propuestas y transmitidas a los individuos que conforman grupos sociales a través de instituciones diversas como la familia, las iglesias, escuelas, universidades o el Estado.
Este juego de prohibiciones, prescripciones, reglas y tabúes a veces puede reunirse en una doctrina explícita y coherente pero generalmente se transmite de manera difusa mediante procesos de enseñanzas vagos, constituyendo un sistema complejo de elementos que se complementan, corrigen y permiten ciertos compromisos y escapatorias. El que estos códigos morales sean grabados como tatuajes en el subconsciente y consciente antes que enseñados es lo que hace que las conductas no ajustadas a él, sean de difícil aceptación.
Sin embargo, estos códigos juegan un papel fundamental para el normal y armonioso convivir, cada grupo social, cuenta con sus propias normas éticas, que van desde las más elementales como las establecidas por la iglesia, de no robar por citar un elemento, hasta las más complejas de conducta.
La ética esta íntimamente ligada a la familia ya que de ella nacen las raíces estas conductas, de igual forma está vinculada al trabajo, va de la mano con los desarrollos científicos y tecnológicos, pues a mayor grado de complejidad de estos, es más difícil delimitar el alcance de la ética. Todo cuanto sirva al hombre sin romper los límites de los derechos de los demás, puede ser aceptado, y siendo que la ética es vista como un código de costumbres, lo que en un contexto social y moralmente aceptado, no es quizás visto de la misma forma por otro grupo social.
Es por esto, que los avances en medicina no pueden ser a expensa de un ser humano, no se puede matar a personas o animales, para experimentar con ellos; la tecnología ayuda a mejorar la calidad de vida de forma relativa, pero esto no debe hacerse en detrimento del resto de la sociedad, destruyendo el medio ambiente o enajenando la mente de las personas y distorsionando los valores de respeto, convivencia, tolerancia, paz, libertad, entre otros, para lograr un beneficio particular.
Desde esta óptica, la ciencia y la tecnología deben ser una herramienta para mejorar las condiciones de existencia del hombre, quizás una de las más importantes son los de las telecomunicaciones que han avanzado a pasos agigantados desde la invención de la telefonía celular, la Internet, el uso de los satélites que permiten la transmisión casi de forma instantánea de los acontecimientos importantes, que permiten recortar distancias y hacer llegar los avances de estas, a los más remotos rincones del mundo, esto sería el aspecto más importante dentro de los patrones socialmente aceptados.
Sin embargo, existen aspectos no tan positivos dentro de este progreso, en el cual el uso de estas tecnologías se ha convertido en un instrumento de distorsión de los códigos éticos establecidos, que han permitido (como se ha dicho anteriormente) la convivencia del hombre, de acuerdo con un artículo publicado por la UNESCO, ética de la ciencia y la tecnología.
“La ciencia y la tecnología pueden suscitar temores y generar riesgos. Los peligros que pueden derivarse de ellas para el medio ambiente y la salud del género humano y las especies animales no sólo plantean incertidumbre en el ámbito estrictamente científico y sino que además suscita preocupaciones en el plano económico, social y ético” (sn/p).
Los temores y riesgos de la ciencia y la tecnología están vinculados a los patrones socio culturales, el desarrollo de alimentos genéticamente modificados, la clonación, entre otros; son defendidos y apoyados por grupos diversos, las posiciones son debidamente sostenidas, sin embargo se desdibuja el límite entre lo definido éticamente aceptable y lo no aceptable.
La delgada línea de los límites entre lo ético y lo no ético se hace cada día más difusa, se construyen bombas nucleares, químicas y biológicas para ser utilizadas como armas de destrucción masivas contra el mismo hombre, con el propósito de mantenerse en el poder político. Los medios de comunicación e información son vehículos de enajenación cultural, de difusión de anti valores que pueden ser considerados como posibles causantes de la problemática social actual.
Partiendo de lo antes desarrollado se plantean las siguientes interrogantes ¿en quién recae la responsabilidad de formar al hombre con códigos éticos?, ¿quién define como valedero esos valores éticos a enseñar?, ¿cómo se validan estos códigos?, las repuestas serán diversas y constituyen sin duda cada una, un tema de discusión y análisis, sin embargo la respuesta en mi opinión puede ser sencilla, la necesidad de convivencia amena valida estos códigos, su enseñanza debe ser desde la infancia, contemplar argumentación que de bases solidas para evitar la pérdida de ellos y poder dibujar una línea clara de los límites éticos.
La ética no puede ser por tanto un mero formalismo de costumbres aprendidas por inercia, sino un diseño de vida dibujado desde la familia, lo que permitiría una sociedad más humana en la que sus temores se disminuirían.
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